Como profesores, a la hora de determinar qué queremos que aprendan nuestros alumnos nos resulta imprescindible marcar objetivos en nuestro proceso de enseñanza. En este sentido, Chinchilla y Zagalaz (2002) definen los objetivos curriculares como “la capacidad que pretendemos conseguir a través de un proceso de enseñanza-aprendizaje”. Al mismo tiempo, podemos definir capacidad, como el potencial o aptitud que posee una persona para llegar a la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades.
Así pues, Djur, P., Kelly, P., Norman, D., Yu, L. and Pedersen, R. (2013) dejan varios consejos para escribir los objetivos:
- Qué cosas son las más importantes que los alumnos deberían saber o ser capaces de hacer al final del curso.
- Cuáles son las habilidades más importantes que los alumnos deberían desarrollar y aplicar a lo largo de y después del curso.
- Cuando se escriba un objetivo se ha de considerar si queremos que nuestros alumnos sean capaces de recordar una determinada información o aplicar el contenido de alguna forma.
- ¿Hay algún objetivo del dominio afectivo en los objetivos del curso (qué sentimientos y/o opiniones deberían desarrollar los alumnos)?
De esta manera, para definir nuestros objetivos como profesores nos centraremos en el método SMART (inteligente en inglés). Este método fue introducido por el profesor Peter F. Drucker en la década de 1950 con el nombre de «Gestión por objetivos» siendo George T. Doran quien fijó el acrónimo «SMART» tal y como lo conocemos hoy en día. Por lo tanto, un objetivo SMART ha de ser:
- S = Específico (Specific) y centrado en el alumno.
- M = Medible en términos de éxito del alumno.
- A = Alcanzable por el alumno (en función de su nivel de conocimiento y habilidades).
- R = Relevante para el enfoque del curso.
- T = Tiempo es realista para alcanzarlo (considerar la profundidad del aprendizaje requerido).
Taxonomía de Bloom
La taxonomía de Bloom es un marco educativo desarrollado por Benjamin Bloom y sus colaboradores en la década de 1950. Esta taxonomía se utiliza para clasificar los diferentes objetivos de aprendizaje en términos de su complejidad cognitiva y se organiza en seis niveles, que van desde los más simples hasta los más complejos. Estos niveles son:
- Conocimiento: Implica la capacidad de recordar hechos y conceptos.
- Comprensión: Se refiere a la capacidad de comprender la información presentada.
- Aplicación: Implica la capacidad de utilizar el conocimiento en situaciones nuevas o concretas.
- Análisis: Consiste en descomponer la información en partes más pequeñas y comprender sus relaciones.
- Síntesis: Implica combinar partes de información para formar un todo nuevo.
- Evaluación: Se refiere a la capacidad de juzgar la validez de la información basándose en ciertos criterios.
En conclusión, la definición de objetivos es esencial para orientar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Identificar claramente lo que los alumnos deben lograr y desarrollar habilidades proporciona una dirección clara para la enseñanza. Al establecer objetivos claros y bien definidos, como profesores creamos un marco sólido que nos permite estructurar nuestras sesiones de manera efectiva y enfocar esfuerzos. Esta claridad no solo nos beneficia a nosotros, sino que también proporciona a los alumnos una comprensión clara de lo que se espera de ellos y les brinda un sentido de propósito y dirección en su proceso de aprendizaje.
Referencias
- Doran, G. T. (1981). There’s a SMART way to write managements’s goals and objectives. Management review, 70(11).
- López, J. (2015). La taxonomía de Bloom y sus actualizaciones.